- La verdad puede deparar sorpresas estremecedoras-
Verano
de 1977.
Dan
-mi marido- nuestros pequeños Amy, Liam y yo, emprendimos un viaje
por carretera para disfrutar de unos días de playa en compañía de
unos entrañables amigos, quienes habían adquirido, recientemente,
una lujosa vivienda con vistas al mar.
Disfrutábamos
de los viajes por carretera, solían ser divertidos. Cantábamos,
jugábamos, reíamos; sin embargo, cada vez disponíamos de menos
tiempo para realizarlos.
Dan
se había incorporado, recientemente, a un importante centro de
investigación médica. Yo había alcanzado notables logros como
psicóloga clínica y los niños crecían tan vertiginosamente que
demandaban mayor tiempo, atención y dedicación.
Transcurrían
para nosotros, unos fantásticos días; los pequeños, suyos y
nuestros se divertían disfrutando de ese especial contacto con la
naturaleza.
Los
adultos, compartíamos confidencias y placenteros momentos a la
puesta del sol, amenas veladas y cenas.
Descansando,
brevemente, de todas aquellas responsabilidades laborales y
familiares que formaban parte de nuestro día a día.
La
mañana del 22 de julio, el encanto de esos maravillosos días llegó
a su fin. Denunciamos la desaparición de nuestra pequeña Amy -de 5
años de edad- ocurrida en el transcurso de la noche, mientras dormía
-entretanto los adultos disfrutábamos de una velada en la casa de
playa.
Se
llevó a cabo una búsqueda exhaustiva sin obtener ningún resultado.
La
investigación se centró en un primer momento, en el entorno más
próximo de Amy; no obstante, descartaron la implicación de todos
los presentes en la casa la noche en que acaecieron los hechos. Nunca
se presentaron cargos contra ninguno de nosotros.
Por
el contrario, recibimos apoyo multitudinario para dar con el paradero
de nuestra hija, así como para defender nuestra inocencia. El caso
despertó la solidaridad de la gente.
Se
planteó, entonces, la hipótesis del secuestro con exigencias de
rescate; sin embargo, este supuesto fue descartado con el paso del
tiempo, al no ser reclamada ninguna suma de dinero por su liberación.
Posteriormente,
el equipo, abordó dos lineas de investigación: secuestro perpetrado
por una red de pedofilia o el secuestro a cargo de una red de
adopción ilegal.
Llevamos
a cabo una rueda de prensa y tras ésto, una carta fue enviada a un
popular periódico local, informando dónde se encontraba el cadáver;
pero la pista resultó ser falsa, como lo fueron muchas otras que se
sucedían unas a otras.
Durante
la pesquisa, muchas personas fueron interrogadas como posibles
sospechosas en la desaparición de nuestra pequeña.
Un
turista de 33 años con antecedentes penales por el intento de
secuestro de su pequeño hijo.
Una
joven mujer que había perdido la custodia de su hija -de
aproximadamente la misma edad de Amy- por tráfico y posesión de
drogas.
Un
profesor de una escuela infantil quien se encontraba veraneando en un
chalet propiedad de su madre, sospechoso de abuso de algunos menores
de su clase.
Dos
jóvenes de 19 y 22 años, residentes próximos a la propiedad de
nuestros amigos, quienes habían intercambiado información sobre la
investigación y no gozaban de buena reputación en el entorno
vecinal debido a sus conexiones con truculentos grupos de tipo
satánico. Entre otros.
Algunos
de ellos fueron imputados; si bien, no se encontraron pruebas
suficientes para inculparlos.
Así
mismo, un testigo divulgó haber visto, en las proximidades de una
zona de restaurantes y bares de playa, a un hombre -por la fisonomía
que, en la oscuridad, pudo vislumbrar- llevando en sus brazos lo que
parecía ser un niño y transportarlo en un vehículo del que no pudo
dar una descripción más detallada.
Habían
transcurrido, ya, tres años desde la misteriosa desaparición de Amy
y aquél hombre jamás fue identificado.
Después
de todo, no podía serlo puesto que no se trataba de un hombre sino
de una mujer.
Esa
mujer era yo...
Encontré
a mi pequeña Amy sin vida aquella fatídica madrugada, cuando
nuestra velada había finalizado y nos disponíamos a descansar;
yacía inerte en el interior de la piscina de la vivienda.
Henry,
cardiólogo de profesión -consternado- constató su muerte por
asfixia, ocurrida en el transcurso de la noche.
Eran
alrededor de las 04:00 a.m y de pie frente a los restos de mi hija,
abatida por el dolor y el desconcierto, una multitud de pensamientos
abrumaban mi juicio.
La
algarabía de aquella noche, el consumo de alcohol... la tragedia.
Nuestras
prominentes y prestigiosas carreras estaban plagadas de importantes
éxitos. Perderíamos todo lo que nos llevó años construir.
Entonces
-presos del pánico- tomamos la decisión de encubrir lo sucedido.
Tras
un pacto de silencio y de amistad -consolidada a través de los años
desde la juventud- sepultamos su cuerpo y dimos parte a la policía
sobre su desaparición.
El
caso se cerró; sin sospechosos ni culpables y sin rastro alguno de
nuestra pequeña, dándola por fallecida.
Sin
embargo, aún ahora, muchos años después de su trágica muerte y de
haber cosechado aún mayores éxitos tanto a nivel profesional como
personal; el recuerdo de Amy desatendiendo nuestras prohibiciones,
escabulléndose hacia el exterior de la casa, con el simple propósito
de jugar; consigue exacerbar mi tranquilidad...
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Escrito por Key A Anquetil
Copyright © Key A Anquetil - Todos los Derechos Reservados al Autor
Foto: Copyright © Anthony Anquetil - Todos los Derechos Reservados al Autor
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